Un graduado tecnológico estuvo a cargo de la reconstrucción del Rompehielos Irízar

Se trata del Ing. Raúl Ramis, Consejero graduado del Departamento de Ingeniería Naval. El equipo que trabajó en el proyecto también estuvo integrado por unos 20 alumnos de la Facultad.

Publicada el 31 de octubre de 2017. Categorías: Graduados, Orgullo UTNBA, Todas las noticias. Etiquetas: , , .

El proyecto de reparación y transformación del Rompehielos Almirante Irízar estuvo dirigido por el Ing. Raúl Ramis, Consejero Graduado del Departamento de Ingeniería Naval de la UTNBA. De los trabajos participaron además, unos 20 alumnos de la Facultad.

El Rompehielos Almirante Irízar sufrió un incendio el 10 de abril de 2007, que lo destruyó en un 80 por ciento, por lo que el Ing. Ramis y su equipo tuvieron que rediseñarlo casi por completo.

“Es una obra que supera lo que sería cualquier reparación. Entraría dentro de lo que es una obra, la obra más grande de la industria naval argentina de los últimos 50 años”, explicó el graduado.

El buque llegó al astillero Tandanor en noviembre de 2008 y en ese momento comenzaron a realizarse los estudios de factibilidad para determinar si era conveniente construir un buque nuevo o repararlo en el exterior o en Argentina.

Una vez que se decidió realizar las obras en el país, comenzó la búsqueda a nivel nacional e internacional de proyectos a nivel mundial para desarrollarlas. En 2009 se decidió además, que el buque siga la clasificación DNV, que es un ente noruego que impone estándares muy exigentes para toda la obra de Ingeniería. Ese ente tiene mayor experiencia en este tipo de trabajo porque todos los astilleros de fabricación de rompehielos se encuentran en esa zona.

“El DNV es una observación con las nuevas reglamentaciones que impone el Tratado Antártico. En ese momento, el proyecto de Ingeniería existente fue rechazado y se resolvió encargar un nuevo proyecto a la firma española CENER, para que hiciera la Ingeniería. Eso llevó un tiempo de preparación y llegamos a la primera firma de contrato en 2010, con lo cual pasaron tres años sin que se realizara ninguna tarea en el buque, salvo las que hacía la Armada para remover todo el material que había sufrido daños en el incendio”, explicó Ramis.

Las obras demandaron una inversión de 157 millones de dólares, de los cuales 50 millones se giraron al exterior para la compra de equipamiento. El resto se destinó al pago de proveedores nacionales (pymes, contratistas, entre otros).

En las obras intervinieron un promedio de 220 personas diarias, con picos de 350, toda mano de obra nacional. Se reemplazaron 850 toneladas de chapa. “Mi equipo estuvo compuesto al comienzo por 25 personas; hubo 12 ingenieros navales (otros tres se graduaron durante el proyecto). Inclusive una joven, Silvina Dagarzó, ahora está trabajando en Francia en un proyecto de gente que conoció su forma de trabajo y con las posibilidades de intercambio que le dio la Facultad, –sostuvo Ramis-. Actualmente quedan aquellos vinculados a la parte de pruebas. Pero ese equipo inicial, que recibió una formación especial a lo largo de la reconstrucción, está siendo distribuido en otros proyectos”.

 

La transformación del RHAI

El rompehielos tiene 120 metros de eslora y una manga de 25 metros. Tras las refacciones, que contemplaron la modernización tecnológica de todos los sectores, el buque aumentó su capacidad de 270 pasajeros a 313, entre tripulación, científicos y personal de aporte a la navegación como controladores aéreos para los helicópteros que transporta, y personal de sanidad. El espacio de los laboratorios pasó de 74 a 415 metros cuadrados.

Durante los trabajos, además, se realizó la modificación del sector de transporte del GOA o gasoil antártico, “un gasoil especial porque cambia el punto de ignición. La capacidad de carga pasó de 350 a 650 metros cúbicos”, amplió Ramis. Ese incremento en la capacidad de transporte de cargas es fundamental para las campañas antárticas porque le permite abastecer a todas las bases. Y en sitios en los que las condiciones climáticas son tan adversas, contar con amplio stock de provisiones permite sortear los imprevistos que puedan surgir, con mayor comodidad.  “Antes esto era muy complicado porque había que llevar el gasoil en tambores. Hoy en día tenemos la posibilidad de transportar todo el combustible que necesiten”, aseguró el líder del proyecto.

“Gracias a esta obra, el Irízar es considerado uno de los 10 rompehielos tecnológicamente más modernos del mundo. Es un rompehielo multipropósito, preparado para llevar carga líquida y carga refrigerada. Asimismo, se ha trabajado mucho en la habitabilidad y el confort para pasajeros”, detalló Ramis.

 

Las dificultades

El Ing. Ramis destacó que durante las obras encontraron numerosas dificultades que retrasaron las obras -además del cambio de firma de la empresa responsable de hacer la Ingeniería del buque-, como el cierre de importaciones o la imposibilidad de girar divisas al exterior. “Nos encontramos con factores políticos y económicos que retrasaron los trabajos, como el problema de importación, de equipos que llegaban y han estado quizás seis meses u ocho meses para poder salir de la ADUANA a pesar de que ingresaba como material para la Armada. O para la compra de equipos muchas veces teníamos el dinero pero en ese momento no se podían hacer giros al exterior por una política de Estado”, aseguró.

Otro de los problemas que retrasó la obra fue la falla de los motogeneradores. El buque tiene 4 motogeneradores principales que generan 18 mil KW, y tres generadores de puerto. “Llegaron los motores comprados en Alemania, se colocaron; y una vez que teníamos todo a punto para empezar a hacer la prueba de motores, resultó que estos motores entraron en una serie de fabricación defectuosa en los turbos. Con eso perdimos casi seis meses porque tuvieron que venir, construirlos de nuevo, cambiarlos”, sostuvo Ramis.

Pese a ello, el ingeniero destacó que el proyecto no se detuvo: “Hubo política de Estado porque cambiaron cinco ministros y todos aprobaron este proyecto; también hubo cambios en el Directorio de la empresa y, pese a ello, aprobaron y apoyaron al continuación de este proyecto. Como país podemos encarar cosas importantes teniendo políticas de Estado”, opinó.

El Consejero Departamental subrayó además el impacto de este trabajo en la experiencia de jóvenes ingenieros y estudiantes de ingeniería. “Hubo generaciones de ingenieros navales que no tuvieron la posibilidad de crecer formándose como el equipo que participó del proyecto, con una obra de esta naturaleza; ya que desde hace años que no tenemos una construcción o transformación de esta envergadura”, aseguró Ramis.

 

Las pruebas

En abril se hizo la primera prueba de propulsión del buque, se lo llevó al agua y se comprobó que los motores propulsaban; el buque navegaba. “Poner los motores y ver que la línea de eje y los motores propulsaban, que está alcanzando al remolcador, que se acorta la tensión, eso quiere decir que el buque está caminando; tiene vida. Fue una emoción muy grande”, recordó el ingeniero.

El rompehielos pasó esa primera prueba sin dificultades tanto en la parte de navegación como de timón, de habitabilidad –en esa oportunidad transportó 194 personas- y la hotelería no presentó inconvenientes, al igual que la cocina. El buque tiene una cocina central que mantiene 5 reposterías en cinco niveles, todas ellas funcionaron sin dificultades.

En julio se realizó la segunda navegación, durante la cual fue llevado hasta la base naval de Puerto Belgrano para entrar en “dique seco” para inspección.

El equipo que dirige Ramis está trabajando para que el Buque pueda realizar este año la campaña antártica: “Lo vamos a lograr. Todas las autoridades de la Armada y del Ministerio de Defensa están convencidas de que así va a ser. El buque está en condiciones operativas de ir a la Antártida. Y nosotros también queremos verlo allá porque es un orgullo como argentinos y como ingenieros navales”, sostuvo.

 
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“Siempre voy a  estar agradecido con la Facultad, por permitirme estudiar, y con la empresa, por confiar en mí”

Hace un poco más de cinco años, Franco Camilo fue convocado para trabajar en el proyecto de reconstrucción del Rompehielos Irizar en Tandanor. Entonces era un estudiante de Ingeniería Naval de la UTN Buenos Aires. “Entré a la empresa a través del contacto de un amigo, también estudiante de la tecnológica, que en ese momento trabajaba acá en el proyecto. En su momento empecé en la parte de planificación. Con el tiempo, fui cambiando de funciones, siempre dentro del proyecto”.

Camilo destacó de esta experiencia “el factor humano del equipo del trabajo, más allá del nivel académico. Tuve compañeros de UTN, de UBA y de ITBA, y haber trabajado con ellos fue una satisfacción para mí tan grande como haber integrado el equipo que estuvo a cargo de la reconstrucción del Rompehielos”, aseguró. En ese sentido, el graduado destacó que “desde la empresa siempre me incentivaron a que tome temas, a que crezca profesionalmente, que conozcas y aprendas de otras cosas”.

Asimismo, Camilo agregó: “soy consciente de que es un momento de la historia muy particular. El proyecto en sí es emblemático; es un orgullo y haber participado en él va a ser un orgullo toda mi vida, -sostuvo-. Es muy difícil que vuelva a ver un proyecto de esta envergadura, por la obra y por lo que representa el barco. Siempre voy a estar agradecido. Con la Facultad, por permitirme estudiar, y con la empresa por confiar en mí y por haberme bancado en un montón de errores y en un montón de aprendizajes lógicos”.

El joven profesional, que se graduó mientras se desarrollaba el proyecto, opinó que “hoy en día la Ingeniería Naval en Argentina es muy aplicada. Es una ingeniería de campo, de obra, dirigido a aquellos que están interesados en grandes estructuras en movimiento”, comentó.

Camilo es además ayudante en la cátedra “Proyecto de buques I y II”, a cargo del Ing. Agustín Serra. “Desde antes de recibirme intento mantenerme dentro de la Facultad, como docente, entre otras cosas porque considero que es una forma de devolverle aunque sea un poquito a la Facultad, -manifestó-. Si uno mira en el mundo no es común que exista como en Argentina la educación pública de semejante calidad. Me parece una buena forma de devolver algo”.

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Una estudiante de Ingeniería Naval de la UTN Buenos Aires participó del viaje de prueba del Irizar a Punta Alta

Cuenta Julia Falcone que cuando ella ingresó a la carrera de Ingeniería Naval, en 2011, había cinco chicas y 35 hombres. Falcone, oriunda de Chivilcoy, se inclinó por la Ingeniería porque le gustaba mucho la matemática: “A partir de un test vocacional fui acercándome a la Ingeniería, y, posteriormente, a la Naval. Me gustaba que fueran grandes estructuras”.  Hoy, a poco de terminar la carrera, no se arrepiente. “No me imaginaba una Universidad tan linda. Cuando entré al Campus por primera vez todo estaba impecable, y la atención de los docentes fue muy buena, muy amables. También me sorprendió la calidad académica”, comentó.

Falcone, que está en los últimos años de la carrera, participó en el mes de julio de un viaje de prueba que hizo el Rompehielos Almirante ARA Irizar. “Me anoté en una convocatoria del Departamento de la Facultad, en la que nos anotamos inicialmente 9 estudiantes. Luego por un proceso que entiendo que fue con la participación de los docentes de la carrera, fui seleccionada para hacer el viaje de prueba del buque, que fue de Buenos Aires a Punta Alta, durante seis días”, sostuvo.

Del viaje también participaron dos estudiantes de Ingeniería Naval  de la UBA y del ITBA. “Había una gran cantidad de civiles, estudiantes y también representantes e investigadores del CONICET, el INVAP y CITEFA. También viajó el personal de la Armada. El trato fue muy bueno, y el ambiente también; nos integraron en todo momento a las actividades y de hecho, arriba del buque, festejé mi cumpleaños”, agregó Falcone.

De la experiencia destacó el haber visitado con frecuencia la sala de máquinas “Aprendimos mucho de generadores; allí se hicieron las pruebas de aceleración y desaceleración. Recorrimos todo el buque y aprendimos sobre los diferentes sistemas del buque. Estuvimos con los investigadores del CONICET,  midieron deformaciones del casco y algunas vibraciones. Vimos las mediciones que hacían y cómo las analizaban, -explicó-. Con los representantes del IVAP observamos  cómo utilizaban la cámara termográfica. Fue increíble, aprendí un montón.

Los estudiantes también pudieron participar de los ejercicios: “Como el buque lo tuvo por mucho tiempo Tandanor, mucha de la tripulación no lo conoce y tiene que hacer formaciones como el de lucha contra incendios o abandono de buque”, detalló Falcone, y agregó que también pudieron estar presente “en la operación del helicóptero, en la que se hicieron las maniobras para entrar o retirar el helicóptero del hangar, para ver si había que hacer modificaciones en el hangar, y para establecer el protocolo de la maniobra”.

Cuando llegaron a Punta Alta, Falcone se quedó en Bahía Blanca, donde pudo conocer un buque de reaprovisionamiento  de la Armada: “nos recibió el comandante y pudimos recorrer el buque, -relató-. Es un buque especial, que nosotros lo estudiamos en ´Buques militares´, una materia que no se dicta en otras Facultades. Para mí fue muy bueno ver que lo que había estudiado se replicaba en la realidad, y que contábamos con una embarcación así en Argentina”.

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